16 de marzo de 2016

Diario Nóos: El soufflé Tejeiro

O Peeters lo ha conseguido, desactivar al testigo clave y achantarle, o Manos Limpias había vendido humo o todo a la vez. Miguel Tejeiro llegó, después de un fin de semana en el que su abogado Cristóbal Martell tuvo tiempo de aleccionarle. El asesor fiscal venía con la idea clara: no pringarse, no más de lo necesario. Y eso ha pasado por callar. "Voy a ser prudente y no voy a contar todo lo que sé", y tan pichi. A los pocos minutos de interrogatorio, la letrada de Manos Limpias, que veía cómo el sufflé se venía abajo antes de tiempo, no tuvo más remedio que preguntarle:"¿Se está sintiendo libre para contestar?", a lo que Tejeiro respondió rotundamente "No". Antes ya había declarado libremente que se consideraba "amenazado y no protegido" ante posibles querellas del abogado de Diego Torres, con el capote de los letrados de Iñaki Urdangarin y la Infanta Cristina, que ya no hacen ni el más mínimo esfuerzo en ocultar que van a una con González Peeters: "Han dicho barbaridades absolutas y se amenaza con querellas". 

Miguel Tejeiro, aún así, ha dejado varios titulares. El primero, que la Infanta Cristina mintió en su declaración para, probablemente, inculparle a él, siguiendo la estela de su marido y su socio de banquillo, Diego Torres: "Tiene derecho a mentir, como yo la obligación de decir la verdad". Cierto es que una iba en condición de imputada y él como testigo. Tejeiro encuadró la declaración de la Infanta sobre su persona en un "guión" interpretado por la hermana del Rey: "Me extraña que diga esta señora que entre las cuatro o cinco personas de su confianza estaba yo", cuando apenas "la he visto tres veces"
Eso por un lado. Por otra parte, tenía claro Miguel Tejeiro que de esta declaración iba a salir, no sé si sin querella, pero, desde luego, después de haberle clavado un puñal a su cuñado. Tejeiro afirmó que quien defendía las facturas de las empresas radicadas en el extranjero (Blossom Hills y De Goes LTD) fueron validadas por Diego Torres, quien era, además, el último beneficiario del dinero que llegaba allí desde España para no irse a parar a los bolsillos de nadie más. "Sé que Diego Torres desvió dinero al extranjero", sentenció Tejeiro.
Y tercera pata de la declaración del asesor fiscal, que Urdangarin fue quien decidió que los gastos personales (como una botella de vino), se cargasen a cuenta de Aizoon. Él, ha asegurado, se limitaba a validar lo que le llegaba de parte de los socios de Aizoon.
Eso sí, Miguel Tejeiro fue profético y, a la vista de lo que vino después, sincero respecto a la utilización de la Infanta Cristina como 'escudo fiscal'. Ha asegurdado que "jamás le di orientación (al notario) para que la Infanta fuese escudo fiscal" y adelantó "todo lo que diga será para perjudicarme a mí, no a la Infanta". Y así fue.

Posible 'falso testimonio' del notario

Carlos Masiá es un hombre caricaturesco. Altísimo -rondará los dos metros-, nariz torcida, gesticulador, bromista. Y hoy, imprudente. Le ha perdido el odio hacia Miguel Tejeiro, el desprecio que ambos se profesan a cuenta de rencillas familiares pasadas.
Masiá ha venido hoy a Son Rossinyol 'a hablar de su libro'. Ese en el que el protagonista es un asesor fiscal sin principios que intentó "colarme una par de firmas falsas en unos balances de cuentas anuales", responsable de todo lo irregular, el que llevó por el mal camino la intachable conducta de los entonces Duques de Palma. Para Masià, él sigue siendo Don Iñaki. Torres, es sólo eso. Diego Torres. Ya saben, aquéllo de que 'No hay Don sin din'.

Masià ahondó en que Miguel Tejeiro "me insistió mucho en poner el DNI de la Infanta primero" en la constitución de Aizoon, pero le perdió la boca. O tal vez se dio cuenta de que, como testigo, no podía mentir. Tarde. Si en el procedimiento, ante Castro, aseveró que Tejeiro le pidió que se usase a la Infanta como 'escudo fiscal', hoy se ha amilanado. Ha terminado reconociendo que el asesor fiscal no se lo pidió expresamente y que esa idea fue "una conclusión" que él sacó de sus palabras."Me lo dio a entender", acertó a decir Masià. Manos Limpias saltó como un resorte y adelantó que pedirá la deducción por "falso testimonio" del notario.  Y como el que quiere morir matando, sus últimos coletazos fueron para dejar flotando en la sala que Miguel Tejeiro tenía sociedades en el extranjero y unas pruebas periciales sacadas de la manga que, sorpresivamente, el abogado de Torres quiso incorporar rápidamente, sin ni siquiera haberlas leído.
Las pruebas periciales eran unos informes grafológicos que habían sido solicitados por el propio notario para acreditar la falsedad de unas firmas y achachar un escrito a Miguel Tejeiro. El problema es que luego, al revisarlas las acusaciones, estas pruebas no guardaban relación con lo dicho. Elucubraciones de pasillo: o Masià se confundió de carpeta o Peeters esperaba otras periciales pactadas con el testigo para incriminar a Tejeiro.
El testimonio de Masià, a falta de lo que consideren las que mandan -el Tribunal-, tiene una credibilidad bastante discutible. Contaminado por el odio a Miguel Tejeiro, no solamente se contradijo con lo declarado ante Castro acerca del 'escudo fiscal'. Ha sido el testimonio de una persona que, a pesar de tener que ser garante de la ley, ha justificado de la manera más inconcebible por qué no denunció la supuesta falsedad de las firmas en cuanto tuvo conocimiento de ellas en 2009 (y no esperar a elaborar unas pruebas periciales encargadas por él mismo cuatro años después). Sin pestañear dijo "porque no hacía falta. No me iban a creer".
Tal vez, en el fondo, no fuese tan desencaminado.

12 de marzo de 2016

Diario Nóos: Callejón sin salida

A González Peeters, de momento, la jugada le ha salido redonda. En el peor de los casos, consigue amedrentar a Miguel Tejeiro, testigo clave, para que este se replantee sus respuestas 'por si acaso', a la vez que gana tiempo. En el mejor, su silencio.
Pero esto tiene otro plano. Un plus. El del ego. El letrado de Diego Torres encontró, tras un mes de proceso, el resquicio por el que empequeñecer al tribunal y, más concretamente, a su presidenta Samantha Romero. La adusta jueza ya se había enfrentado en ocasiones a Peeters, intentando acotar al abogado que a veces tira de soberbia. Romero ya le espetó hace días "Haga el favor de tratarme con respeto" y le advirtió: "no quiero tener que hacer uso de las correcciones disciplinarias que, como usted sabe, prevé la ley". Él agachó la cabeza, tragó orgullo y quina, pidió disculpas y se la guardó.
Ahora se la ha devuelto, consciente de que es un coco y que a estratega no le gana nadie. Ni su defendido, probablemente, que ya es decir. 
González Peeters ha metido a la jueza Romero en un callejón sin salida, sepultada por una maraña de artículos procesales y jurisprudencia. Los peores años de carrera universitaria se le han caído encima a una mujer a la que, parece, se le ha escapado el proceso de las manos. 
Ayer acusación y defensas se arrojaban de fondo norte a fondo sur artículos a favor y en contra de que el testigo, Miguel Tejeiro, respondiera al secreto profesional como asesor jurídico. Ella, como Tejeiro, movía la cabeza de un lado a otro de la pista. "Deuce", le faltó decir. Pedro Horrach denunció "coacción" y acusó a la defensa de "abuso procesal", recordando que han vertido los peores delitos sobre un Tejeiro que ahora no puede defenderse. La defensa, por su parte, contraatacó afilando cuchillos contra Manos Limpias. Virginia López Negrete les había echado en cara sus "maniobras torticeras" y Peeters le acusó a ella de "coaccionar al testigo" a cambio de quitarle la imputación. 
Consciente de que está bajo lupa, Samantha Romero se retiró a deliberar para intentar mantener la imagen de pulcritud jurídica que se ha empeñado en manifestar. Pero esto, más que pulcritud (que también), necesita determinación. Cortar por lo sano y tirar hacia adelante. 
Desde que terminara la sesión, antes de las ocho de la tarde, hasta la mañana del viernes, las magistradas tuvieron tiempo de empollar y anticiparse. Estaba claro que las defensas y acusaciones iban a trabajarse sus argumentos barriendo con los artículos para casa. El Tribunal debió hacer lo mismo. Eso pensaba la sala cuando, sin motivo aparente ni previo aviso, la sesión se retrasaba casi tres cuartos de hora. De la puntualidad exigida por Romero pasamos a una dilación de la que ni siquiera se excusaron. Mal. No hubo excusas y, lo peor, tampoco fue por una buena causa, porque si estuvieron apurando minutos de estudio, no dio ningún resultado.

A cuadros y sin cobertura

La jueza mareó la perdiz toda la mañana y consiguió enfadar a los letrados que vivieron, muchos confesaban, situaciones inauditas. Como en un aula de colegio, allí estaban todos los letrados en sus respectivos asientos. Público y prensa, también. En vista de que aquello podría prolongarse horas, como ocurrió, quien transmitió las órdenes fue el secretario judicial: abogados y acusación podían marcharse, pero tendrían que permanecer en el Polígono Son Rossinyol. A las cuatro de la tarde habría videoconferencia, pero podría retomarse todo antes. O no. O sí. Pim pam. Pim pam. Vamos, que eso tampoco estaba claro, así que nos encontramos con una situación grotesca: los testigos, encerrados en una pecera en la que se habían juntado los citados el jueves, con los que tenían turno el viernes. Y entre ellos, recordamos, algunos no se pueden ni ver. El metro en hora punta. 
En la calle la escena era igualmente esperpéntica: abogados, fiscales, periodistas y trabajadores del polígono vagando por la acera, con la mirada perdida. No sabía nadie qué hacer, algo que se trasladó a las terrazas de las cafeterías con la indecisión de pedirse una caña o un cortado, unas porras o un bocata de calamares. Las incógnitas mundanas sumadas a las capitales. Al menos, ya sí, con móvil, que esa es otra.

A la jueza le molesta hasta el más mínimo suspiro en sala, no digamos ya una alerta en el smartphone. Había pasado más de una y más de dos, pero el jueves ya dijo 'basta'. Prohibió totalmente la entrada en sala con los teléfonos móviles a abogados defensores, acusación, público y periodistas. Si esto ya enfadó a más de uno (González Peeters amenazó con abandonar la defensa de su cliente si no se podía comunicar con él "por whatsapp"), el remate llegó por la tarde cuando un funcionario judicial, cumpliendo órdenes, sacó una lista de quienes se habían hecho los suecos con la prohibición y habían colado el móvil bajo la toga. Cabreo máximo, sin ir más lejos desde la bancada de la acusación, donde alguien escupió un "esto es increíble, no estamos en el colegio".

De la jornada de ayer solamente sacamos en claro una declaración casi irrelevante (la de una extrabajadora de Nóos) y la confirmación de que esto ha llegado a un punto muerto. Miguel Tejeiro salía de la EPAB como había entrado, sin saber a qué responder, y las letradas convocaron al testigo para el martes intentando camuflar en jerga jurídica -"no está dispensado de prestar declaración respecto de aquellas cuestiones de contenido patrimonial y, por lo tanto no debe existir confidencialidad"-, la realidad: que no saben qué hacer con el testigo clave y que, ahora sí, esto se ha ido de madre. 

11 de marzo de 2016

Diario Nóos. Blancas mueven.

Al maestro ruso Khismatullin le tocaba mover. Blancas. No estaba en muy buena posición, con un mate del ucraniano Eljanov pendiendo sobre la corona de su rey, pero entonces hizo lo que ni las máquinas de ajedrez supieron prever. En su 44º movimiento, sacrificó a su torre blanca, moviendo su Rey a segunda línea. La dama blanca se volvió más poderosa que ninguno a medida que al Rey negro se metía en el infierno del jaque continuo. Eterno. "44.Rg1!!". Jugada maestra.
Ayer, Manuel González Peeters tiró de táctica y estrategia. Apuró hasta el momento en que Miguel Tejeiro, "el señalado", empezó a hablar más de la cuenta. Acababa de empezar y se le veía con ganas, tantas que volvió a salir de sus labios la palabra NAMASTE. El saludo yogi, estos días tan de moda, fue el momento elegido para que el letrado de Diego Torres dejara caer su torre blanca, en pro de aniquilar el rey negro. Le recordó a la jueza que Miguel Tejeiro, como abogado, se debía a su secreto profesional y que, por tanto, no podía declarar. Jaque.
Miguel Tejeiro era la pieza clave de la acusación de Manos Limpias. Le levantó del banquillo. Los exsocios pactaron echarle el muerto. Pacto de caballeros, si puede llamarse así. Miguel, el hermano aparentemene más resuelto de todos, no iba a cargar con ello. No gratis. De él estaba previsto que salieran sapos y culebras contra Urdangarin, Torres y, con suerte para Virginia López Negrete, contra la Infanta (insiste la letrada en la teoría de la ignorancia deliberada).
Peeters movió y el Tribunal, sobrepasado, se retiró a deliberar y a consultar con el Colegio de Abogados de Barcelona. La sala de vistas empezó a hervir. Acusaciones por un lado, ojipláticas, y defensas por otro, socarronas. Lo habían cocinado los dueños de esas togas. En esos minutos eternos de receso forzoso, entre las acusaciones primaron las llamadas a colegas de bufete, se rebuscaba entre papeles y, en los teléfonos y ordenadores, artículos de derecho procesal. Jurisprudencia, parecían implorar. Descomposición. Ni los fiscales se olieron la tostada, pero sí la mala fe con la que le echarán en cara a Manuel González Peeters su jugada maestra por tener a Miguel Tejeiro hasta este último momento en ascuas, maquinando en la sombra la caída de su corona.

"Siempre fue una asociación CON ánimo de lucro"
En un principio, podríamos pensar, no funcionó. Al fin y al cabo, las juezas decidieron seguir adelante pero recordándole al testigo que sólo podría declarar "asuntos relacionados con lo patrimonial" como asesor fiscal, dejando a un lado el secreto profesional. ¿Qué límite es ese? Probablemente ni las propias magistradas lo sabían. A lo largo del interrogatorio, Miguel Tejeiro pidió en tres ocasiones ayuda al Tribunal. "Agradecería, por favor, que me dijeran qué puedo y no puedo contestar". Estaba perdido, como todos. Pero Samantha Romero, la magistrada puntillosa hasta el extremo en la formulación de preguntas, le dejó abandonado a su suerte. "Usted sabrá" (porque yo no, pareció transmitir). Y contestó, pero agobiado y coartado en la respuesta. Acogiéndose al secreto profesional en preguntas cruciales como "¿Le pidió Iñaki Urdangarin que le crease una sociedad en el extranjero para poder operar?", que inquirió Horrach. "No puedo contestar", dijo con impotencia Miguel Tejeiro. Desesperación en la acusación, regocijo en la defensa y cabreo en el Tribunal.
A pesar de que lo más jugoso quedó en el terreno del silencio, Tejeiro dejó caer algunos peones. A saber, que Urdangarin y Torres operaban al mismo nivel y venían aprendidos de casa. Urdangarin, de hecho, ya facturaba a través de una sociedad, Namaste, en lugar de hacerlo como persona física. Y así quiso seguir haciéndolo constituyendo Aizoon (y dejando fuera del juego a sus hijos mayores). Tan aprendidos estaban que Tejeiro espetó un "estoy indignado" al ver cómo los dos socios echaban balones fuera sobre los asesores externos. "Los dos -continuó Tejeiro- gestionaban el Instituto Nóos" y, a su vez, por separado, cada uno gestionaba sus sociedades. Definió, como pocos, qué era el Instituto Nóos: "siempre dije que era una asociación con ánimo de lucro".
Más peones. No hubo una supervisión de la Casa Real en las cuentas de Urdangarin y Torres - "nunca hablé con Carlos García Revenga ni con  Federico Rubio"-, pero tampoco se usó a la Infanta Cristina como escudo fiscal. O él no lo propuso, desde luego. Eso afirmó, al tiempo que relató tres encuentros con la hermana del Rey en una notaría de Barcelona.

Han pasado unas horas. La declaración se retoma en apenas 120 minutos y sus señorías han tenido tiempo de revisar el código y replantear estrategias. De lo que les haya dado de sí esta noche dependerá que caiga, definitivamente, el Rey negro o que las blancas pierdan la partida.

10 de marzo de 2016

Diario Nóos. Los Tejeiro golpean dos veces

Si yo les digo que el día comenzaba con la declaración de unos extrabajadores de Nóos, después del subidón informativo de la semana pasada, ustedes habrían lanzado un resoplo. Bajón. Pues no. Así, de primeras, quienes precedían a Miguel Tejeiro, 'el señalado', no tenían pinta de complicarle las cosas a la Infanta. Más bien a su marido y a Diego Torres, pero eso tampoco era ninguna sorpresa.
Luis Tejeiro, otro de la estirpe, declaraba por videoconferencia. Personaje peculiar este contable. Llevaba las cuentas de las sociedades a través de la gestoría. Más allá de describir que tanto Diego Torres como Iñaki Urdangarin "buscaban trabajadores ficticios para la amortización libre" (vamos, meter a gente en plantilla para obtener beneficios fiscales, y luego repartírselo entre las sociedades que crearon), no esperábamos nada nuevo. Nos equivocamos. Luis Tejeiro soltó por esa boquita y, en contra de lo declarado por el tándem duque-profesor, quienes instruían sobre cuentas eran estos y no al revés. A ellos se les ocurría el tipo de contratación y cómo pagar a los empleados (o no pagarles, si es que estos eran 'fantasmas'). "Cada uno ya venía aprendido", sentenció.
Luis Tejeiro llegó a afirmar que su cuñado, Diego Torres, "en su afán de controlarlo todo" llevaba la revisión de las cuentas "en una hoja excel" sin que se le escapase detalle, "hasta el céntimo". Por controlar, controlaba hasta los impuestos y las cuentas de Aizoon, según L. Tejeiro.
Torres, fuera de sala, me reconoció que supervisaba los números porque su cuñado y compañía "lo hacían todo mal". Lo de esta familia es un circo en el que vuelan los cuchillos. "La familia política no se elige", me dice apesadumbrado Torres con un chocolate caliente en las manos. Minutos antes, su cuñado Luis había exculpado a su hermana, Ana María Tejeiro: "la pobre ni pincha ni corta. Y hace lo que hace, lo que aguanta".
Sin embargo, a pesar de lo que dice Torres, la gestoría Medina-Tejeiro siguió llevando las cuentas de lo que llamaban coloquialmente "Grupo Nóos". No hubo supervisión de Casa Real. Nadie, desde la gestoría externa, envió a Carlos García Revenga o a Federico Rubio copias de las cuentas para que se revisaran. Ni hubo intención siquiera: "nunca se planteó ninguna consulta tributaria". Eso afirma Luis Tejeiro, que apenas sostiene haber "enviado a alguien" documentación relativa a la hipoteca de la Infanta, "por orden de Urdangarin".
Pero la verdadera sorpresa, para regocijo de Manos Limpias, ha tenido que ver con Namaste 97. Era la sociedad que tenía el exduque de Palma donde, como accionistas, figuraban su mujer y sus dos hijos mayores. En esa sociedad, previa al desembarco de Urdangarin en Nóos, estaba dado de alta personal doméstico que, por cierto, luego lo estuvo en Aizoon. Esto, según Manos Limpias, perjudica a la Infanta porque demostraría, por la teoría de la ignorancia deliberada, que la Infanta sabía desde antaño cómo operaba su esposo.
Siguiente golpe del hermano Tejeiro: esos empleados domésticos de Aizoon cobraban en sobres con cheques que se entregaban "a Iñaki Urdangarin". Este lo negó en su declaración, claro, pero la Infanta también (de las pocas cosas que expuso con rotundidad).

Los zascas de Luis Tejeiro han sido tales que ha provocado las risas en la sala durante los recesos. Algunos letrados bromeaban con Diego Torres sobre la 'suerte' que tiene con sus cuñados. El testigo declarante, por su parte, no parecía estar pasándolo especialmente mal. Tan relajado estaba que la presidenta del Tribunal, Samantha Romero, le ha echado la bronca como si de un colegio se tratase "Cállese, señor Tejeiro. Estamos en un juicio". Y Tejeiro agachó las orejas con la media sonrisa de quien sabe que la está liando.

Los 'indios de la pradera'

Entre otros testigos del día, le tocó el turno al experto en comunicación de Nóos. A quien contrataron por su experiencia para llevar el asunto del patrocinio del equipo ciclista Banesto por parte del gobierno balear. Juan Pablo Molinero, antes en PriceWaterhouseCoopers (PwC), describió perfectamente el carajal que suponían las contrataciones de trabajadores en Nóos. Molinero relató cómo escuchó por primera vez el nombre de Aizoon. Fue a través de una compañera, Vanesa Oleart quien, extrañada, le comentó que era esa empresa (y no Nóos Consultoría, donde trabajaba) quien aparecía como pagadora en su nómina. La explicación que encontró Molinero a eso fue también reveladora "estando detrás quien está, será por temas de seguridad".
Pero, sin duda, Juan Pablo Molinero ha descrito la tribu de Nóos donde "había dos jefes y, el resto, trabajábamos. Éramos los indios de la pradera". No había posibilidad de progresar hacia un mando intermedio en Nóos, lo que provocó su salida. Los "curritos", como llegó a decir, "no teníamos capacidad de decisión ni nada". Sólo dos personas controlaban y decidían todo: Diego Torres e Iñaki Urdangarin: "En Nóos no se movía un papel sin que lo supieran los jefes de la empresa".
Les recuerdo que el exduque dijo algo parecido, pero de la Casa Real. Muchos pies para el minueto.
Y eso que todavía no ha salido a la pista de baile Miguel Tejeiro. Cojan asiento.

5 de marzo de 2016

Diario Nóos: La Infanta (des)confiada.


Llegó el día. Un trámite rápido, por favor, parecía pensar. El jueves 3 de marzo se agotaba con la declaración de Salvador Trinxet, que aunque se expresaba casi a la misma velocidad que la letrada de acusación de la Comunidad Valenciana, empezaba a resultar eterno. No porque su discurso no interesara, todo lo contrario, sino porque no había manera de quitarse la sensación de que el hombre de las presuntas sociedades interpuestas, actuaba de telonero.
Rozando las seis, con la sala de vistas más llena que nunca, el nombre de Doña Cristina Federica de Borbón y Grecia resonó, ella tomó aire, agarró el botellín de agua y, con decisión y a grandes pasos, se encaminó al trono de acusados. Para nada porque tampoco era su turno. Cinco minutos de receso. Disculpas del tribunal y a aguantar.
Para eso no había ensayado, para esos cinco minutos (que luego fueron once). Y así se vio a una mujer que se sentía más fuera de lugar que nunca, que no sabía si sentarse en su sitio, quedarse de pie, tras una columna, acercarse a su abogado o ir al excusado. Así que lo hizo todo.
Aún no había consumido el tiempo de descanso cuando ya ocupaba el asiento protagonista. Fue la escenificación total de su vida. Sola. Frente al vacío, su marido en la última fila. Ningún miembro de su familia alentando en la bancada de público, ni esperando fuera, como en las salas de llegadas del aeropuerto. Lo más que vio la Infanta que oliese a familia (y Real) lo tenía colgado en la pared. Tan frío como un marco, la mirada de su hermano Felipe VI, que ha presidido las declaraciones de todos, se perdió en la suya con la misma empatía. La de un marco.
Juntaba los dedos doña Cristina. Tamborileaba con ellos. Cruzaba las piernas y las descruzaba. Bebía agua. Y esperaba, en todos los sentidos.
El Tribunal se disculpó. Había sido un poco cruel pedirle que se sentara para levantarla inmediatamente y ella respondió con educación pero, tan bajo y tan para adentro, que los periodistas ya lamentábamos haber aguardado tantos años este momento para no poder anotar ni cuáles fueron los primeros murmullos de la primera infanta de España que se somete a un juicio.

"Gracias, Señoría, contestaré solamente a mi letrado". No respondió a la única parte que quiso verla ahí sentada, Manos Limpias. Sí lo hicieron sus miradas por ella. Desdén, sobre todo cuando la letrada Virginia López Negrete consignaba preguntas en las que se aludía, por ejemplo, a quienes cuidaban "de lo más preciado que tiene en la vida, como son sus hijos", esos empleados domésticos a los que, presuntamente, le expuso la letrada, habrían pagado con dinero negro. En la sala el resto de acusados y letrados sí murmuraron. Les pareció sucio. Y la jueza empezó a marcar las preguntas a consignar.

"Por la confianza que tenía en mi marido"

El abogado Pau Molins, escoltado por el simbólico Miquel Roca (que no abrió la boca), inició su interrogatorio de defensa. El bufete podría haber preferido hacer uso del derecho a hacer preguntas con respuestas tipo test. Sí, no, no sabe/no contesta. O tres, como González Peeters a Ana María Tejeiro. Pero no. Durante veinte minutos, y en una estrategia inteligente, formularon preguntas de defensa con toques de acusación, o más bien al revés. Y el resultado fue el retrato de una mujer confiada (entonces) y tradicional, si me apuran, casi sacada de un manual de la Sección Femenina: "Era mi marido el que se encargaba de los gastos familiares", luego, a medias con su esposo, ella se se centraba "en el cuidado de mis hijos" y en cuadrarlo con su agenda institucional.
¿Por qué aceptó formar parte al 50% de Aizoon? "Por confianza. Así me lo pidió mi marido y acepté". 
Pero ¿sabía cuál era el objeto de la sociedad? "Yo sólo sabía que canalizaba sus ingresos a través de Aizoon". 
Y, ¿cuál era su papel en la empresa?. Pues ninguno. Ni florero: "No, no tenía firma ni poderes" o sobre su capacidad de mando:"nunca he dado instrucciones a nadie".
O sobre la tarjeta VISA a su nombre:"la custodiaba él (Urdangarin)".
O en lo referido a las cuentas de la empresa: "Nunca he sabido cuáles eran los ingresos y gastos de Aizoon".
Ni siquiera recibía los extractos bancarios. Por negar, negó hasta charlar con su esposo, el mismo que afirmó haber hecho a la Infanta partícipe de Aizoon "por una cuestión de ilusión", sobre cómo iban los negocios. De eso, en determinados estratos sociales, está feo hablar, se ve: "No procedía. No eran temas que me interesase hablar con él. En esos años mis hijos eran muy pequeños y estábamos muy ocupados". Y punto. Y eso que Aizoon y el domicilio eran lo mismo, aunque claro, también hemos conocido en estas declaraciones que, en determinados estratos sociales, las casas son tan amplias que es posible entrar a la oficina de Aizoon en la casa de Pedralbes sin que la parienta se entere ni vea al visitante. Durante años. "Salía muy temprano de casa", justificó la Infanta.

Lo que falló
Los interrogatorios con la defensa se preparan. Es obvio, para eso están. Otra cosa son los nervios y cuando uno intenta justificar lo que tiene difícil explicación. Eso también ocurrió en el interrogatorio de doña Cristina.
Nos quedó claro que había cosas de las que no se ocupaba. El dinero era una de ellas, sin embargo, al ser preguntada por la contratación del servicio doméstico, si se les abonó con dinero negro, se mostró tajante: "Rotundamente, no".
Como su marido, habló de supervisión de la Casa Real. De su asesor, Carlos García Revenga, en el que confiaba, "ya no". No hablaba de temas de la sociedad con su marido pero, sin embargo, sí dijo haberse asesorado previamente: "No teníamos ninguna prohibición. Por supuesto, me asesoré por Carlos García Revenga y él, a su vez, por Federico Rubio". 
Tal vez los nervios le jugaron una mala pasada, pero un pequeño matiz se coló al ser preguntada por la VISA de Aizoon en la que se cargaron gastos personales. ¿Usó usted esa tarjeta VISA?, preguntó Molins que esperaba un "no" rotundo, redondo, sin matices. Pero no lo tuvo, más bien fue un 'no' abierto y flexible: "No recuerdo haber usado esa tarjeta". 'No recordar' no es lo mismo que 'no usar'. Como 'no recordar' está aún más lejos del "yo custodiaba la tarjeta VISA de mi esposa" que repitió y repitió su marido. Pau Molins estuvo al quite y repreguntó rápidamente "Pero ¿tenía usted la clave?" y ella volvió al redil: "no tenía clave". Respiro, a medias.
Mucho más clara con otra pregunta ensayada: ¿actuó como escudo fiscal?. Y respuesta: "En absoluto. Si me lo hubiesen propuesto, no habría aceptado". Y, como chimpún, una pregunta que no tenía pensado hacer Molins pero que sabía muy bien por qué la formulaba"¿Tiene usted o ha tenido cuentas en paraísos fiscales?". Ella tomó aire y enfiló la respuesta "No tengo cuentas en paraísos fiscales. En Suiza SÍ tengo una cuenta, porque resido allí". Una cuenta declarada.
Hasta las conclusiones, Señoría
Después de haber reconocido algún error (firmar en el contrato de autoalquiler, por ejemplo) y haber dejado sobre la mesa su diligencia a la hora de consignar fianzas en el juzgado, la Infanta finiquitó el trámite. Manda la educación y se despidió del Tribunal con un apretón de manos.
No hubo efusividad con su marido tras el trance. Apenas un brazo por la cintura. Algo rápido, no se crean. Iñaki Urdangarin hizo lo propio con las magistradas y se marcharon. Hasta las conclusiones, claro.
Lo peor, por ahora, ha pasado, pero aún queda por delante el discurso de los testigos. Ahí pueden venirse abajo varios argumentos dados por los exduques. Empezando por el servicio doméstico, siguiendo por los miembros de Casa Real (aquella) y terminando por Miguel Tejeiro, el hombre al que los socios de Nóos culpan.
Tendrá menos foco mediático pero es donde los investigados se la juegan. Ahí y en las periciales.
Eso sí será otra historia.



4 de marzo de 2016

Diario Nóos. Bola para Iñaki.

El fin de semana largo le ha cundido al exduque. Está claro que le han dado un cursillo acelerado de aplomo en el estrado. Ya desde el miércoles no hablaba en voz baja, más bien al contrario, en ocasiones ha llegado a alzar la voz (sin estridencias, no nos volvamos locos) cuando se ha sentido arrinconado y no ha hecho uso de las ya famosas gafas amarillas.
Los nervios iban por dentro, se notaba en su boca seca, pastosa, y en el gesto. Labios apretados y ceño fruncido.
Su discurso también ha estado ensayado. Ha tirado, normal, del desconocimiento ("no sé", "de esos temas nunca me he ocupado") y del mantra que el maestro Torres entonó la semana pasada: la responsabilidad es de Miguel Tejeiro, el ausente presente.
Pero ni con esas ha conseguido evitar entrar en contradicción. El primero en sacar a relucir la hemeroteca en sede judicial ha sido el fiscal Pedro Horrach. Más de una veintena de contradicciones entre lo que el cuñado del Rey ha intentado justificar más extensamente y lo que, en su momento, aseguró en sus dos declaraciones al juez José Castro durante la instrucción. No sólo no concuerda lo que cuenta ahora Urdangarin sobre proyectos como el Valencia Summit, el patrocinio del equipo ciclista o los Juegos Europeos, es que tampoco lo hace su justificación sobre quién decidió que los trabajadores de Nóos estuviesen en todas y en ninguna de las sociedades (ahora, Miguel Tejeiro.Antaño, Diego Torres) o con quién se reunió o dejó de reunir. Resulta que, aunque al juez cordobés le aseguró que había estado en la sede de la Generalitat con Francisco Camps, ahora Urdangarin afirma tajantemente que nunca se encontró con el expresident.
Tampoco coincide lo concerniente a Rita Barberá. Ante Castro, fue la que dio luz verde al proyecto de Valencia Summit. Ahora, el exduque apenas la menciona como la persona a la que él, altruistamente, le aconseja que entre en contacto con un abogado experto en materia deportiva como era Juan Pablo Molinero.
Pero, sin lugar a dudas, la mayor de las contradicciones es la que le ha restregado Horrach hoy en 'segunda ronda' a Urdangarin. Su segunda intervención judicial ante José Castro, el 23 de febrero de 2013, comenzó con una declaración leída, dictada (o eso interpretamos todos) por Casa Real. Textualmente dijo que "la Casa de su Majestad el Rey no opinó, asesoró, autorizó o avaló las actividades que yo he desarrollado en el Instituto Nóos". ¿Cómo cuadra eso con sus palabras en esta ocasión? "Nunca recibimos ningún reproche", "el día a día se reportaba a Carlos García Revenga" y esporádicamente "temas más jurídicos a Don José Manuel Romero (conde de Fontao)" o el, aún más claro, "yo no daba un paso en mi vida sin que lo supiese Carlos García Revenga?".
La cuesta, a partir de ahí, ha sido más llevadera. González Peeters ha sido una balsa, como Pau Molins, defensor de la Infanta, que ha tirado de interrogatorio para que el exduque asumiera gestiones económicas (y por tanto exculpase a su esposa) de Aizoon. Ensayado interrogatorio este último, con unas últimas indicaciones que el letrado de Dña. Cristina de Borbón, le daba in situ, minutos antes de que tuviera lugar la sesión.

La soledad de Manos Limpias
Virginia López Negrete preguntó a Iñaki Urdangarin, pero realmente, le interesaba sacar a relucir el nombre de su esposa en particular, y los máximos posibles de Casa Real en general. Después de un aluvión de facturas y tickets de lo más variopinto, la letrada de Manos Limpias consiguió destapar más colorín para la prensa, que declaraciones del exduque. Aún así, este interrogatorio deja momentos estelares y manifestaciones de Urdangarin que no tienen precio. A saber, que él "custodiaba" la tarjeta VISA de su esposa, que esta no sólo no la tenía físicamente, sino que ni siquiera conocía la clave para operar con ella. Que, aunque figuraba a nombre de Doña Cristina Federica de Borbón y Grecia, la VISA de una infanta de España la podía usar tanto un escolta como una secretaria (Julita Cuquerella).
Pero el momento clave ha llegado con un mail. Dirigido a Juan Carlos I, entonces Rey de España. Su yerno le informa del proyecto que, dentro de Nóos, tiene entre manos: el ambicioso Valencia Summit. Le informa y le pide ayuda para que, con sus contactos, pudiera conseguir que "el Señor" le facilitara asistentes o colaboradores para la cumbre. El documento tenía una marca de NO ADMITIDO cubriendo todo el folio que habría visto hasta el más despistado pero, misteriosamente, las juezas (a pesar de que el secretario judicial se lo mostró en el instante), dejan pasar unos eternos minutos hasta que, justo cuando Manos Limpias formula la pregunta "¿tenía conocimiento Don Juan Carlos de sus actividades dentro del Instituto Nóos"?, y cuando Urdangarin ya iba lanzado a contestar que le había informado de este proyecto, la magistrada Samantha Romero, y ante las protestas de Pau Molins (curiosamente no de Mario Pascual Vives, abogado de Urdangarin), deciden interrumpir la sesión por unos minutos.
La cara de Virginia López Negrete se descompuso, los acusados se revolvían en sus asientos y nadie sabía qué pensar. La letrada de Manos Limpias se jugaba una "mala fe procesal", pero, en un nueva muestra de mano izquierda con ella, el Tribunal quiso entender que por la complejidad del caso y los problemas de numeración de los folios, se trató de un error y lo dejó pasar. López Negrete aflojó mandíbula, pero se vino abajo. Ni siquiera terminó el interrogatorio que tenía preparado, dejándose un par de preguntas en el tintero.
No fue la primera vez que, en la jornada de hoy, Manos Limpias ha sido reprendida y advertida por el tribunal. También con Salvador Trinxet y con la Infanta Cristina que, como ya adelanté, no iba a contestar a la única parte que la sentaba en el banquillo de los acusados.
Y entre advertencia y regañina, López Negrete se iba haciendo más pequeña y se quedaba más sola. El resto de letrados charlaba animadamente los unos con los otros en cada receso, la mayoría de las defensas manifestaron públicamente a la jueza, de hecho, su solidaridad con las protestas del letrado de la Infanta. Entre los acusados reinaba la empatía con los exduques ante lo que consideraron, una humillación innecesaria (tanto ticket personal y mail privado exhibido). Y ella, Negrete, apenas podía consumir los minutos concentrada en su portátil y en el móvil, en silencio. Consciente de las presiones, como siempre, pero superada por las mismas, como nunca. Buscó el titular, pero no pensó que sería este.

Próximos pasos de Urdangarin

Urdangarin terminó este calvario. ¿Contento?. No, a pesar del guiño y la sonrisa que le dedicó a su esposa al finiquitar su declaración. "Más que contento, aliviado", me confiesa su entorno.
Su defensa tiene ahora dos batallas importantes por delante: convenir con Hacienda que no hubo delito fiscal sino infracción administrativa. Si es así, estaría dispuesto a subsanarlo (reparación del daño). Así lo adelantó ayer el propio Urdangarin en su declaración, lo que no significa que admita defraudación.
Siguiente objetivo: demostrar que hubo quien usó el nombre de Iñaki Urdangarin para fines oscuros.
Hasta diecisiete documentos mostró Mario Pascual Vives para dejar constancia de ellos. "¿Es su firma?, "no", respondió uno a uno el exduque. ¿Quién falsificó (presuntamente) la firma de Iñaki Urdangarin y con qué fin?. La respuesta a la primera pregunta está detrás de BAF, el bufete de asesoría fiscal Medina Tejeiro. ¿Por qué? tal vez pueda responder a ello el aludidísimo Miguel Tejeiro en su turno de declaración como testigo el próximo 9 de marzo. La cosa promete.
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Maira Gall